jueves




La punzada nos dice que estamos vivos. 
Otra vez. 
Que podemos volver a empezar, como siempre, como todos los días. 
Mi escorpión sigue aguardando, agazapado, escondido en mi pecho. Se pasea por mi cráneo, me hace preguntas inentendibles, me dice que no puedo salir a jugar. Que tengo que quedarme en casa, porque el cielo se está cayendo, encima mío, encima nuestro.
De nosotros.
Si decidieramos morir, no habría suficiente veneno para todos estos huesos.
Qué es lo que están atrapando mis manos? 
Bienvenido al insomnio más grande de tu vida. Despertarte, una, otra vez. Con la transpiración pegada a la sien. Querer gritar, pero no saber hacerlo.
Porque nos olvidamos.
Pero el escorpión no olvida, se queda ahí, dispuesto a ser envenenado por su propio aguijón, para enseñarme sobre la muerte. No la quiero en mis manos, no la quiero en mi cuerpo. Pero te atrapa, dejandote vacío.