sábado

Abuela: Podrías jurarme con la mano en e corazón que eres completamente feliz?
Isabel: porque me lo pregunta?
Abuela: no sé, hay algo raro entre vosotros. Te noto acobardada delante de él, como si él fuera el que manda. Y en el verdadero amor no manda nadie; obedecen los dos.
Isabel: Mauricio es tan superior a mi en todo! no necesita mandar para que yo sea feliz obedeciendo.
Abuela: malo es lo que piensas, pero por Dios, que no lo sepa él o estás perdida. Siempre se ha dicho que el amor es un poco como esos carritos chinos: uno muy cómodo, sentado dentro y el otro tirando. Por lo visto, esta vez te ha tocado a ti tirar del carrito.
Isabel: ¡Y que me importa si es mío lo que va dentro" Ojalá fuera más pesada la cara y más duro el camino para merecerlo mejor a la llegada.
Abuela: ¡Pero que estás diciendo! Hablas de tu marido como si no fuera tuyo; como si tuvieras que ganártelo aún.
Isabel: Es que usted no puede imaginar todo lo que es Mauricio para mi. Es más que el amor, es la vida entera. El día que le conocí estaba tan desesperada que me habría dejado morir en un rincón como un perro frío. El pasó junto a mí con un ramo de rosas y una palabra; y aquella palabra sola me devolvió de golpe todo lo que creía perdido. En aquel momento comprendí desde dentro que iba a ser suya para siempre, aunque fuera de lejos, aunque él no volviera a mirarme nunca más. ¡Y aquí me tiene, atada a su carro, pero feliz porque es suyo!
Abuela: ¿Tan loca estás, hija?
Isabel:Si la locura es eso, bendita sea la locura. Benditos los ojos que me miran aunque no me vean. Bendita su mano en mi sintura aunque no sea más qué un sueño. Escuche abuela... (se arrodilla a su lado.) El otro día me preguntaba usted porqué no quería hablar otro idioma que el de Mauricio. ¿Comprende ahora por qué? Un idioma no son las palabras, son las cosas, es la vida misma. Cuando yo era niña, mi madre me decía "querida"; era una palabra. Cuando iba a la escuela, la maestra me decía "querida"; era otra palabra. Pero la primera vez que Mauricio casi sin voz me dijo, "¡querida!", aquello ya no era una palabra: era una cosa viva que e abrazaba a las entrañas y hacía temblar las rodillas. Era como si fuera el primer día del mundo y nunca se hubiera querido nadie antes que nosotros. Por la noche no podía dormir. "¡Querida, querida, querida...!" Allí estaba la palabra viva rebotándome en los oídos, en la almohada, en la sangre. ¡Que importa ahora que Mauricio no me mire, si él me llena los ojos! ¡Qué me importa que el ramo de rosas siga diciendo "mañana" si él me dio fuerzas para esperarlo todo! Si no hace falta que nos quieran..., ¡Si basta querer para ser feliz, abuela, feliz, feliz....! (ha ido exaltándose con sus propias palabras hasta terminar llorando en el regazo...)




ACTO TERCERO: La Abuela e Isabel.
"Los árboles mueren de pie" Alejandro Casona

1 comentario:

Reale dijo...

Si no te lo ganas dia a dia, no lo mereces dia a dia
Lindos retazos de piel, los tuyos :)