martes

Y si escribo, es porque el pecho se me abre en dos.
Las canciones se convierten en sutiles puñaladas en los pulmones, somos tristes pedazos de tierra infertil, enmudecida, por los restos de respiros y suspiros que se roba el viento, cuando intentamos escapar. Sabemos que falta poco para llegar, y que el camino no es tanto, pero hay quienes se jactan de que la lucha es individual. Sabés qué, me cago en la individualidad. Mirá dónde estoy, y miráte dónde estás. Dale, que ya falta poco y llegamos, pero ni siquiera tenés una puta idea de dónde querés llegar, ni de a dónde estás yendo, simplemente, estás caminando para llegar a algún lado porque hoy, te cuesta escribir cuando el llanto se te acobarda en el pecho, amenazando con salir y destruirlo todo, romper las voces y los recuerdos en los cuales, muy pocas veces supiste respirar.
A mi nadie me enseñó a respirar. Ni a como escaparme de este día de mierda, de esta lluvia de mierda que parece que no va a dejar de llover, y lo peor es que afuera hay un sol de puta madre. Tengo el cuerpo minado de re menores, que pretende estallar en la próxima estampida, largando todo al mar, aunque el mar esté lleno de mis re menores, de mis impaciencias, de incertidumbres, y lo peor de todo es que ahí están todos mis caminos.Pero no sé reconocerlos cuando están ahí, porque los broches están en la soga, y el fondo está lleno de colillas de cigarros húmedos, de las veces que tuve que esperar, y que las ramas de la higuera me llenaron el cráneo de preguntas, de cuatro corazones. Uno para cada estación.


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