martes

La tercer ilusión que me pasa por al lado, me sigue por un costado y se ríe a carcajadas. Explica que no puede quedarseme esperando, tiene que recorrer algunas plazas todavía. Y yo, sentada en ese banquito de cemento donde jugabamos a decirnos cosas, y todo lo que pensabamos quedó clavado ahí. Un accidente para el alma es jugar, dicen.. no me convenso todavía.
El sol sigue bajando mientras este sueño se me hace constante, invisible a la vez hasta quedar prendido de una rama en mi árbol favorito, esos que nunca dejan de florecer.
Las luces que me rodean, se hizo de noche y las noches en esta ciudad tienen algo raro. Las subidas de las calles me hacen querer desfallecer en el primer intento, porque corren a toda velocidad y quizás espero encontrarte mientras corro, todo se vuelve tan lineal, aburre no verte. Aburren tantas cosas, y las miradas esquivadas otra vez, el humo en la nariz, el viento que me quema la cabeza, y me acuerdo de todos los banquitos.
Odio el sabor a la distancia, a no encontrarte caminando, que tengas que correr para no verme, y salir a buscar el tiempo que pasó. Me esquiva el día cuando me hago de noche. Cuando todo se encaja perfectamente con un todo, y eso que quizás no llegaste a escuchar esta canción que está sonando ahora.
Los auriculares los dejé tirados en el futón, mientras me imaginaba qué tal sería despertarme al lado tuyo de nuevo, buscar las palabras que te escondiste por el miedo a la repetición, y no sabés lo que extraño tomar mates con vos, escribir en una cinta que me abraces, y tu risa que demostraba complicidad. Que mires para arriba cuando no tenés nada para decir o tus mimicas de burla. Pasan tantas cosas en todo. En todo el tiempo, en cada juego que se pierde, y la insistencia de no volverte a ver, da escalofríos el amor.
Eso es lo que pasa cuando la bicicleta está frenada, la cadena se escapó del manubrio y me juega carreras, cree que sabe pelear mejor que yo y esa firmeza que tiene asusta.
El miedo paraliza corazones, dicen, a veces nos hace valientes, es un momento simplemente y rogar que el sabor a éstas lágrimas no se te pegue en la piel, no me atormenta recordarte tanto, y verte tan poco.
Se me hinca el diente en la piel y me pide a gritos que me vaya a dormir.
Descansar, le digo.
Y que me cuente un cuento desde la puerta, sin entrar.

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