lunes

La sangre ocupa todos y cada  uno de los espacios en blanco. Los que hay en la cabeza, en los huesos, en el resto del cuerpo. Qué tan ciegos están tus pies, que no te dejan caminar, y te devuelven al fondo de todo este océano, el fondo del tarro donde están las pastillas, que te dejan dormir. Que te pasan de rosca, y vuelven al principio de todo esto. Al principio de lo que quisimos ser. Nos dijeron que estábamos creciendo, cómo gigantes, como pequeños pedacitos de gigantes, amontonados, hacinados por tanta muerte alrededor, las corbatas del nuevo año, del fuego en los dientes, en las encías, mientras ese gato no deja de gritar. Los demonios de los pies atados, qué tan sucios están nuestros corazones, las lenguas que piden hablar, se inventan idiomas indescifrables para las sabanas nuevas.  Usamos. Desde el estómago, el ácido fluye, las mentiras están acomodadas, una detrás de la otra, practicando los nuevos tiempos, las nuevas canciones, que van a estar, una detrás de la otra en el día de nuestra muerte.  Respirar hondo.  La pata de elefante otra vez al pecho, el escorpión amenazando con volver en cada temporada, las estaciones que no existen. Que lindo pega el sol en Avellaneda.  Los viajes inconfundibles me los guardo acá, en este pedazo de invierno que me queda. 

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