domingo

- Julio. Me siento a esperar una vez más, que las balas me atraviesen. Podrías verlas, si jugaras sucio, si el barro se te metiera entre los dientes, y las manos las tuvieras atadas. Como mi pecho, como en mi cara van cayendo una a una las balas, y escucho el repiqueteo del agua. Canción para los días tristes. Una vez más estamos en el suelo, no aprendiste a escuchar en primera persona.
Los tajos en las manos, a nadie le gusta embarrarse hasta el cuello, y aprender a gritar, a suplicar perdón, el perdón de los débiles. Porque otra vez, llegamos al final. Llegamos a la meta aunque no quisimos estar acá. Muerte por abandono, esto va a destruirte. Muerte por dosificación incorrecta de una música apretada, para los dientes chuecos. Surrealismo en la boca.
El león me mostró su lengua, putrefacta de tanto dolor que lleva dentro. Muerta, porque nadie quiere escuchar los rugidos de un león vencido,  que ya no quiere salir, porque no existe ruta que no haya recorrido. Encierro el frío en mi taza favorita, y rompo todos los vidrios de ésta casa.
Dónde se esconderá, entonces este fuego, que ahora habita en mi pecho?
La muerte estuvo cerca, pero nunca fuimos nosotros sus invitados. Sólo cuando dejo de fumar, sólo si apagase este cigarrillo. Boca con sabor a miel, miel de cenicero. Escondo las texturas para regalártelas, en todas las balas que pude cargar. Tengo un revolver lleno, y el reloj que cuenta con mi cabeza, y van tres, y van diez, las balas no se acaban, suenan como flores pudriéndose, como las metáforas entre las sabanas. El humo es más espeso cuando estás borracho.
Y tu boca se ensucia con el barro de estos días, esperando los disparos que jamás llegaron. Esperando que quieras levantarte, para salir a buscar todos los lugares escondidos en los que aprendimos del amor.

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