viernes

Que te broten unas ganas inmensas de escribir, siendo las tres y media de la mañana. Y no puedas ir a dormir, porque ya sabés en qué vas a estar pensando. Porque todas las cosas se repiten, y vuelven a empezar, como un ciclo constante. Me acostumbré a tener las manos frías, y no encuentro los guantes, tampoco puedo hablar en tercera persona cuando escribo. Viste vos?
Se me rompen las promesas en los labios porque dejé de besarte hace un tiempo y todo el tiempo vuelve el cielo al mismo lugar, aunque. Aunque el alma se te llene de preguntas y sepas que no hay respuestas, o al menos no las querés escuchar porque ya las escuchaste cuarenta mil veces seguidas. Sin frenar. Sin comas ni puntos y a partes.
El agua está fría. Como este otoño que nos arrancó de cuajo las canciones que nos habíamos aprendido en el verano. Retomamos los caminos por los cuales nos caímos una vez, viste que las piedras lastiman bien hondo? te rompen las ideas y se acumulan en la espalda y te hacen el día un poquito más pesado. Ni hablar cuando se tiene una fiebre de la cuál no podés escapar porque dicen, que se yo que dicen, hablan tantas cosas cuando tenés que irte que te perdés en las palabras y te imaginás como su boca se empapa de salsa de tomate mientras este juego sea de a dos, no hay libros que nos igualen. No hay libros que se nos ajusten. Corrección. No hay libretos que se nos ajusten, si la vida es una película como dicen yo quiero que tu risa sea la banda sonora de todas mis películas, así, cuando el miedo me invada puedo refugiarme en tus dientes que ahora están tristes, dicen, que se yo si es verdad.
Dormir cuarenta y ocho horas seguidas en un vaivén de biomagnetismos, que se acumulan como las piedras en mi espalda. Y no poder dormir más de cinco minutos continuos. Continua mi mente leyendo canciones en las paredes mientras camino hacia el lugar donde el sol nunca se cae. Dicen, a mi me contaron que el sol se iba a morir, pero lo hicieron cuando era chiquita, y todavía no se murió. La necesidad de inventar historias para atraparte una vez más y llevarte lejos de acá, lejos de todos los mares del mundo, hasta quien sabe si algún día no llegaremos al cielo. Él no quiere salir de casa porque dice que se le enfrían los mares de los ojos. A mi no me engañan, el mar está en el patio desde que tengo memoria, pero no me traje el salvavidas y madre no me deja salir a jugar hoy. Madre, madre dice que se ríe todo el tiempo, aunque yo pienso que a veces un poquito de magia le hace falta.
Tiene los ojos pegados porque recién se levanta y cuenta cuentos. Un cuento por minuto hasta a veces se me hace dificil seguirle el hilo. Pero no me importa, porque tiene los labios mojados de tantos besos que dio, y de tantas promesas partidas por el viento en los ojos de cuando camina y se va lejos. Se va lejos porque dice, que necesita pensar hacia dónde dirigirse, pero no entiende, o no sabe, que ya se está yendo en cada parpadeo, en cada canción que no canta y en cada día que se escapó de su verdad. La verdad está escondida pienso yo, se esconde porque son las tres y media de la mañana y no puede dormir, la verdad claro está.
Dicen que nuestros corazones cuentan con médicos capacitados para cualquier operación que se necesite, pero los recuerdos nadie te los sana. O nadie quiere hacerse cargo de semejante operación. Me contaron, yo no lo sé.
Todavía sigo caminando para encontrar una clínica que quiera llenarme los ojos de otoño.

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