martes

Te chocan los huesos del frío, porque dicen que empezó el otoño y hay un sol que te raja los ojos. Nos llenamos de enfermedades mientras el corazón se mantiene intacto, hace meses que nos vienen mintiendo diciendo que el otoño va a llegar con ráfagas de viento de no sé cuántos kilómetros por hora, y ese frío que te carcome los huesos otra vez. Pero el cuerpo se acobarda frente a una nueva estación, que para el alma es muy conocida ya. Ir caminando y que en la esquina se forme un remolino de hojas secas, mientras escuchás esas canciones que te endulzan el alma, y hacen que estos días sean un poquitito menos fuertes para la cabeza, que se estalla, se envicia de recuerdos cuando los ojos se empapan a las tres de la mañana porque no saben escapar de las tormentas eléctricas. Hay que apagar los electrodomésticos pero se nos apaga el alma también.. dicen.. que se yo si es verdad o no es verdad, lo cierto es que hace un tiempo largo ya, que en mi casa está todo apagado. Y la ventana bien abierta por dónde sabés que podés entrar cuando las cosas no vayan bien, cómo la última vez, que te quedaste al lado mío. Era primavera, y el cielo igual, se empeñaba en llorarnos canciones tristes, porque prometía que ésa, y sólo ésa era la única forma de olvidarse de todo, de escapar. Vivíamos escapando de las horas tristes y miles de horas mágicas y de caídas del sol , a pique, se viene a pique sobre mis hombros. Ya van un montón de ideas que se me caen del árbol a la noche, y me pasan por al lado frenando las historias a modo de atajo, de excusa, de no aceptación. Las masas somos esto.
Gente que ama el otoño, y que se siente engañada porque el cielo no quiere bajarlo todavía, o qué se yo quién tiene que traerlo. Quizá hasta este año ni siquiera haya un otoño para mi. Aunque no sé si eso puede ser cierto, tus ojos son mi otoño, están ahí, como plantas desde raíz dificiles de arrancar, no quisiera arrancarlas nunca.
Sigo caminando por ésta calle que me lleva hacia andá a saber dónde, pero no quiero frenar, porque la musica empezó a patear mi cuerpo y mi corazón comenzó a latir otra vez, mientras tanto, miro los carteles en las esquinas para no perderme, pero sabés una cosa, no hay ni un sólo cartel. Los únicos que hay están doblados, o comidos por el óxido. Y ese señor trata de encontrarle el camino a mis letras, pero sabe y entiende (eso es lo más importante) que hoy escribo sólo para mi. Para mi cuento antes de ir a dormir, y para que ojalá se me vaya este terrible dolor de cabeza . Quiero caminar hasta la cordillera, llegar ahí, sin pedir permiso y escaparme a lo más profundo de tus ojos, para poder quedarme jugando en tus pupilas para siempre. Abriendo tus parpados para que me veas y no me escape del miedo otra vez.
Yo no soy un gigante, ni quiero crecer. Solo pido que se me vaya este dolor de cabeza así puedo dormir.
Ah y sólo una cosita más. Que nos devuelvan el otoño.


No hay comentarios: