domingo

Es entonces, cuando la pata de elefante juega de nuevo sobre el pecho, atragantando todas las palabras que se salen por la ventana, con cada tormenta. Se diluye el peso para disimular que las caídas son tantas, que si te reís nadie va a notar la amargura entre la nariz, y las mejillas, esa pequeña sensación que te convierte en un monstruo y la cara se te vuelve invierno.
Como pasar de un verano a un invierno sin escalas, sin amahacas colgadas de un árbol, y sin estrellas. Porque en un trueno increíble se te fueron todas las ganas, y todas las lágrimas que te comiste antes de ir a dormir. Enseñame a cantar tan alto como un rey, tan lindo como este otoño. Ya empieza el ritual de los pies donde si estamos juntos podemos dormir mejor.
Calla, espera y retoma las vías por donde se escapó aquél noviembre.
Es que hay tantos días para olvidar.
Otra vez los santos hacen reuniones en mi cabeza, y se disfrazan de ratas. O juegan a que se disfrazan de buenos. Somos todos agujeros, de esos que no te dejan respirar. Y este pelotudo que no deja de mirarme cuando bostezo, cuando lloro. Me sonríe desde la ventana o me lo imagino, porque a veces cuesta no tenerte cerca.
O lastima.
La amargura desfigura caras, y la soledad deja espacios entre las mejillas y la nariz. Yo prefiero morderte la nariz si estás durmiendo.
O entenderme.
Me gustaría entenderme.
Si,
y dejarme de joder un rato.



1 comentario:

Bárbara Dibene dijo...

Hermoso, como siempre. Te robo lo de la mordida de nariz, amo que me hagan/hacer eso :) cariños!