martes

Quizás, si no fuéramos gigantes tan contrariados, el barro no se nos hundiría en el pecho, no buscaría establecerse una y otra vez imitando los jardines secos, y los pantanos que esconden monstruos.. Ayer llovió en La Plata, y parecía que iba a ser una tormenta de esas que te rompen la cabeza, que te hacen saltar del ruido de los truenos, que te hacen gritar, como cuando pasa un tren. Pero no, mera superstición, sugestión, tristeza, mundo, calle, ruido, y la puta que te parió. Te fuiste.
Estabas ahí, esperando que bajara a abrirte la puerta, estos departamentos nuevos, hacen esperar, y te fuiste. En medio del trueno, ese que nos rompió la cabeza, pero en secreto, y que quisimos, quizás, que nos encontrase no como las almas solitarias que somos, sino, unidos, para no tener tanto miedo. Nos rompe el alma ese rayo que acaba de partir en dos la tierra, y los transeúntes no se dieron cuenta aún, que la tierra está llena de heridas por todos lados, que claman al cielo, al mar, al centro, y no cura.
Pero
ahora suena él
en el radiograbador,
como en los noventa, que había desaparecido,
una lámpara que es naranja, y trato de imaginarte. Pero a veces, te escapás.
Es que si no fuéramos gigantes, tan testarudos, tan secos por dentro, heridas que no paran de sangrar,
las canciones que pierden el sentido, como la lluvia de ayer, en La Plata, que a más de uno nos dejó con el gustito a poco.
dejame vivir.
sol, vos sos casi dios ya.

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