jueves

En las manos, el fuego se consume. Desaparece y revoluciona todo alrededor. No hay nada que no haya existido antes. Antes de todo esto, pienso. De lo último que dijimos, el viento como estandarte. Las mentiras que te hacen caer y algunas veces vuelven a donde estaban. Quieto. Intacto. Tan simple como gritar que nada de lo que conocemos fue destruido por el fuego de tus manos. Tan obvio como sostener la bandeja que luego sostendrá mi cabeza. Rodando, en el suelo y en el barro de los días como los conocimos. Si no existe el tiempo, qué hacemos cantando todas estas canciones. Me encierro donde estaba, volver a empezar y el insomnio es la moneda corriente. Aprendí. Tantas cosas me quemaron ya, que las marcas no parecen distinguirse. La piel, eso que existe porque somos. Quién escribe las cartas ahora, me decís que no creés en el destino, y yo te digo que todo está marcado ya, que no hay cartas abajo de la manga porque el invierno nos cortó las manos. Lejos de casa. De todo lo que alguna vez conocí como casa. De tu voz, que ya se vuelve imperceptible porque no quiere ser oída, diferenciada del resto. El día más triste que podés imaginar, lo tengo atragantado entre el pecho y la garganta, ese agujero imposible de ocupar, porque a su vez, es imposible de identificar. Pero sabemos que está ahí. Porque cada tanto golpea, y te tira para abajo, tu lugar favorito. Y que no me vengan a decir que ésta lluvia no moja, que el sol no es más sol, porque oscurece más temprano. Siempre que haga frío, mi cabeza va a estallar. Y siempre que no haga, también. Desaparecer por completo. Moneda corriente si la hay. No quiero hablarte de canciones porque nada tiene sentido ahora, tu voz está borracha. Mambeada, me decís. Hay un sólo lugar al que no sé como llegar, pero en el que estuve una vez. Y cada tanto me vuelvo piedra, hasta formar el barro que te hunde en las noches sin dormir. Sin dormir porque no podemos, no porque no queramos hacerlo. Diferencias entre el cielo gastado de nuestros días, hablás tan rápido que me pierdo en la corriente. Y cuando intento alcanzarte, me caigo de nuevo al suelo, a volver a empezar, a que me digas cómo se hace todo de nuevo. 

No hay comentarios: